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lustración representando el legado estratégico de Mohammad Deif, comandante de las Brigadas Al-Qassam, en el contexto del asedio a Gaza. Bajo las ruinas visibles de una ciudad devastada, se muestra la complejidad de la resistencia palestina: una infraestructura subterránea que combina armas, distribución de ayuda, educación, alimentos y formas de gobernanza. Esta imagen sintetiza cómo la lucha no es solo militar, sino también política, social y cultural —una resistencia estructurada que transforma el sufrimiento en organización y visión de futuro.

Gaza: donde la resistencia es gobernanza y la memoria, hoja de ruta

Desde Gaza, la resistencia palestina ha ido mucho más allá del simple acto de supervivencia: ha dado forma, bajo las bombas, a una estructura política, social y cultural que desafía el marco impuesto por la ocupación. En este poderoso ensayo, Rima Najjar, intelectual y activista palestina, analiza cómo la estrategia actual de Hamás se entrelaza con las raíces culturales y políticas de la lucha palestina, evocando la poesía de Mahmoud Darwish, la militancia de Leila Khaled, la narrativa insurgente de Ghassan Kanafani y la ingeniería de resistencia de Mohammad al-Deif.

Publicado originalmente en inglés el 15 de julio de 2025, el texto que ofrecemos a continuación en traducción fiel al castellano constituye una reflexión profunda sobre el tránsito entre resistencia y gobernanza, insurgencia y soberanía, memoria y proyecto nacional. En tiempos en los que la narrativa palestina es silenciada o distorsionada, esta voz se alza con claridad, fuerza y dignidad.

Alkarama publica este artículo como parte de su compromiso con la difusión de análisis críticos y voces comprometidas del Sur global, con la convicción de que la lucha por la liberación de Palestina es también una lucha por la verdad, la justicia y la autodeterminación de los pueblos.

Articulo de RIMA NAJJAR publicado originalmente en ingles en su blog

Gobernanza bajo fuego
La estrategia actual de Hamás evoca la sintaxis de Darwish, el carácter militante de Khaled y la insurgencia narrativa de Kanafani
RIMA NAJJAR
15 DE JULIO DE 2025

Estos túneles no terminan en Gaza. Llevan el pulso de una patria indivisa — iluminada por la memoria, trazada por la resistencia y orientada hacia el retorno.

Lo que se desarrolla ahora en Gaza no es simplemente resistencia — es el ensayo de la liberación bajo fuego.
Un movimiento de resistencia se convierte en una campaña de liberación cuando trasciende la supervivencia y comienza a articular una visión para la vida después de la opresión — una que incluya gobernanza, justicia y renovación cultural. Este cambio requiere codificar demandas, construir instituciones y reclamar autoridad moral y legal invocando el derecho internacional.

Hamás ejemplifica esta transformación. Tras ganar las elecciones de 2006, y ser marginado por la Autoridad Palestina (AP) respaldada por Estados Unidos, comenzó a construir una gobernanza autónoma en Gaza. A través de organización comunitaria, instituciones paralelas y financiación externa — incluido el apoyo de Irán y Catar — Hamás estableció tribunales, fuerzas de seguridad, escuelas, clínicas de salud y organizaciones benéficas como la Asociación Al-Salah. Estos esfuerzos no fueron superficiales; llenaron vacíos dejados por la corrupción y colaboración de la AP. Al hacerlo, Hamás convirtió las condiciones del asedio en Gaza en una herramienta para legitimar su gobierno, aprovechando túneles de contrabando, producción local de armas y distribución estratégica de ayuda para presentarse como la única entidad que resiste el bloqueo israelí.

Esta consolidación permitió a Hamás sobrevivir a las  sanciones, campañas de asesinatos y múltiples guerras — transformándose de una facción guerrillera en el gobierno de facto de Gaza. Aunque aislado diplomáticamente, su capacidad para ofrecer servicios y mantener una presencia militar ha vuelto cada vez más irrelevante a la AP. Así, Hamás habita el espacio disputado donde la resistencia evoluciona en gobernanza — donde el rechazo se convierte en plan maestro.

En Gaza hoy, el campo de batalla no es solo cinético — es administrativo. Los combatientes de la resistencia están gestionando simultáneamente la distribución de ayuda, coordinando la logística de los ceses al fuego y negociando intercambios de rehenes, desdibujando la línea entre insurgencia y gobernanza. Según informes, operativos de Hamás han supervisado el reparto de alimentos y suministros médicos en el norte de Gaza, donde las agencias internacionales dependen de redes locales para llegar a los civiles entre los escombros y el desplazamiento. Incluso bajo bombardeo, la infraestructura de túneles ha sido reutilizada para transportar ayuda y refugiar a combatientes heridos, reflejando una lógica de doble uso que fusiona supervivencia con gestión estatal. Esta fluidez — donde los combatientes se convierten en coordinadores y las condiciones del asedio producen una improvisación de gobernanza — marca a Gaza como un espacio donde la resistencia ya no es reactiva, sino estructuralmente adaptativa.

En Palestina, este umbral entre resistencia y liberación siempre ha sido deliberadamente oscurecido por las fuerzas ocupantes y los espectadores globales por igual. La resistencia en Gaza oscila constantemente entre la supervivencia táctica y la construcción estratégica de nación, entre reaccionar a la atrocidad y ensayar el estado. Sin embargo, la gramática de la liberación — la insistencia en que nuestra lucha escribe la soberanía antes de alcanzarla — permanece irreductible, tallada en nuestra literatura, política y memoria.

Nuestra narrativa nunca ha sido un mero lamento; es una estrategia política preventiva. Nuestra poesía fue política antes de tener parlamento. Nuestra militancia fue cartografía antes de tener mapas. No esperamos a que el mundo nos concediera la nacionalidad; la creamos en el exilio. Cada verso de Mahmoud Darwish, cada acto de desafío de Leila Khaled, cada negativa de Ghassan Kanafani, cada estrategia de túneles de Mohammad al-Deif — no fueron gestos. Fueron infraestructuras de futura liberación y gobernanza en nuestra tierra.

Darwish redactó la gramática de la soberanía en verso, no como metáfora sino como sintaxis legislativa. Su obra ritualiza la supervivencia, codifica el retorno y legisla la dignidad. Kanafani transformó la alegoría en insurgencia; su asesinato en 1972 por el Mossad — aunque nunca confirmado oficialmente — fue un ataque táctico contra el propio porvenir palestino.

Leila Khaled convirtió el espectáculo en arma para romper el silencio, transformando el secuestro de aviones en pedagogía, insistiendo en que la lucha armada no era rabia sino hoja de ruta. Deif, comandante de las Brigadas Qassam de Hamás, convirtió la estrategia en infraestructura, poniendo en marcha la resistencia mediante la producción de armas, redes de túneles y la adaptación al asedio.

Cuando Israel lo asesinó en julio de 2024 y se jactó de ello, fue porque la resistencia de Deif era legible en el campo de batalla; la de Kanafani era peligrosamente historiográfica. Y mucho antes del reconocimiento formal o los gestos diplomáticos, Salman Abu Sitta reconstruyó Palestina mediante cartografía forense — mapeando más de 1,600 aldeas borradas y 30,000 topónimos a partir de archivos coloniales y testimonios orales. Su Atlas de Palestina no fue solo un registro del despojo; fue un documento táctico para el retorno, proponiendo rutas logísticas para la repatriación que desafiaban el olvido. Abu Sitta convirtió la geografía en militancia — demostrando que incluso el terreno podía recuperarse desde el exilio.

Como palestina, no heredé simplemente la resistencia; como tantos antes que yo, la puse en práctica. En la Universidad Americana de Beirut, donde era estudiante, no esperé permiso institucional para hablar. Creé el Speakers Corner(inspirado en Hyde Park Corner) — una grieta en el orden colonial, un espacio de claridad insurgente. Allí, Leila Khaled no habló para pedir perdón, sino para reafirmar, electrificando el campus con la gramática del rechazo. Ese momento no pertenecía a la historia; pertenecía a un continuo.

Pero la AUB no pudo tolerar ese continuo. Speakers Corner fue clausurado, considerado demasiado volátil para ser contenido en el ámbito académico. Cuando fue reactivado más tarde, su espíritu radical había sido exorcizado — reemplazado por protocolos administrativos, acceso limitado y temas preaprobados. La ruptura fue deliberada. Pero la memoria desafía el borrado.

Ese mismo arco de resistencia hacia la liberación se reproduce ahora en el terreno digital. Facebook, que alguna vez fue un espacio de conexión, se ha convertido en un campo de batalla del control. Recibo spam de “verificación de hechos” que descarta informes verificados sobre daños israelíes causados por ataques iraníes. Esto no es un fallo algorítmico — es guerra epistemológica. Continúa la misma lógica que asesinó a Kanafani, vigiló a Darwish y controló los movimientos de Khaled: el testimonio palestino debe ser marcado, filtrado, invalidado.

Pero no publicamos para ser creídos. Publicamos para archivar, para acusar, para sobrevivir narrativamente. Gaza arde, y lo narramos. No solo como catástrofe — sino como cálculo. Este momento no es un colapso; es un modelo. La campaña de liberación en marcha hoy continúa lo que Darwish compuso, lo que Khaled coreografió, lo que Kanafani imaginó y lo que Deif diseñó.

Mi presencia — en la AUB, en línea, en el exilio — no es simbólica. Es estratégica. Porque cada palabra que escribo, cada imagen que comparto, insiste: no estamos esperando. Lo estamos construyendo.

La resistencia en Gaza no solo sobrevive, se organiza, imagina y construye soberanía desde los escombros.

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