La historia de Gaza está atravesada por intentos continuos de expulsar a su pueblo y disolver su identidad nacional. Desde el proyecto angloestadounidense de reasentamiento en el Sinaí en los años cincuenta, hasta el Plan Trump y las recientes resoluciones internacionales que buscan fragmentar Palestina y normalizar el despojo, la estrategia colonial ha sido siempre la misma. La Revuelta de Marzo de 1955 fue el primer levantamiento masivo que enfrentó estos planes, un momento fundacional en el que Gaza rechazó convertirse en un pueblo desplazado por segunda vez y afirmó con fuerza su derecho al retorno. Comprender esa insurrección es imprescindible para entender la resistencia actual frente a la escalada genocida y los continuos intentos de completar la limpieza étnica.
La historia contemporánea de Gaza demuestra que los intentos de desplazar a su población no son un fenómeno reciente. Desde la Nakba de 1948 hasta la actual escalada genocida, pasando por el Plan Trump y las últimas resoluciones internacionales que intentan separar Gaza de la geografía palestina, el proyecto colonial ha buscado reiteradamente vaciar la Franja, fragmentar al pueblo palestino y borrar su derecho al retorno. Frente a ello, la resistencia palestina ha respondido siempre con firmeza y unidad.
Uno de los episodios más esclarecedores de esta trayectoria es la Revuelta de Marzo de 1955, un levantamiento masivo que constituye el primer rechazo popular organizado contra un proyecto internacional de reasentamiento. Pese a que es poco conocido fuera de Palestina, su significado es esencial para comprender la resistencia palestina actual y la continuidad histórica de la lucha por permanecer en la propia tierra.
Un levantamiento fundacional en la historia palestina
La Revuelta de 1955 surgió como respuesta directa a un plan angloestadounidense que proponía trasladar a decenas de miles de refugiados palestinos al norte del Sinaí. Aunque presentado como un proyecto de “rehabilitación” y “desarrollo”, la población refugiada entendió claramente que el objetivo era eliminar el derecho al retorno y convertir su exilio en una condición definitiva.
La revuelta no fue una protesta aislada, sino la afirmación de una conciencia colectiva profundamente política: el pueblo palestino no aceptaría ser desplazado por segunda vez, ni permitiría que sus derechos fueran negociados por actores internacionales.
Contexto: Gaza como territorio sitiado, castigado y objetivo permanente de despojo
En 1955, Gaza albergaba a más de 200.000 refugiados expulsados durante la Nakba. No era un “territorio en disputa”, sino un territorio castigado, empobrecido deliberadamente, dependiente y vigilado, donde las potencias internacionales intentaban gestionar y redistribuir a su población como si fuera un problema humanitario y no un pueblo con derechos nacionales inalienables.
Este escenario fue utilizado para justificar el proyecto de reasentamiento. Hoy, las narrativas que se promueven —“evacuación humanitaria”, “reasentamiento temporal”, “soluciones regionales”— repiten la misma lógica de los años cincuenta: fragmentar, desplazar y despolitizar al pueblo palestino.
Lo mismo que proponía el Plan Trump, que buscaba convertir Gaza en un enclave turístico y desconectado de su identidad nacional.
Ayer y hoy: Gaza vuelve a enfrentar los mismos planes de expulsión
Las similitudes entre 1955 y el presente son profundas y alarmantes.
Ayer, como hoy, Gaza enfrentaba:
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pobreza inducida y control externo,
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superpoblación y asfixia económica deliberada,
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proyectos internacionales que proponían el desplazamiento como “solución humanitaria”,
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una comunidad internacional que hablaba de “bienestar” mientras proponía arrancar a la población de su tierra,
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un pueblo que se organizaba para impedirlo.
El genocidio actual y los intentos explícitos de forzar a la población hacia el Sinaí son la continuación de una misma estrategia colonial que busca completar la limpieza étnica iniciada en 1948.
Y, al igual que en 1955, la respuesta del pueblo palestino es la misma: permanecer, resistir y defender su tierra.
Unidad política: islamistas, nacionalistas y comunistas juntos
La Revuelta de 1955 destacó por una unidad popular inédita. Fuerzas islámicas, corrientes nacionalistas y sectores de izquierda —especialmente el Partido Comunista Palestino, cuyo referente era el poeta y militante Muin Bseiso— unieron esfuerzos para impedir que el pueblo fuera desplazado.
Esta coalición diversa, construida desde abajo, demostró que la defensa del derecho al retorno puede articular alianzas amplias que trascienden las diferencias ideológicas.
Represión y determinación popular
La administración egipcia, que controlaba Gaza entonces, reprimió la insurrección con violencia: hubo mártires, heridos y detenciones masivas. Pero la represión no detuvo el movimiento. Al contrario, amplió la protesta e involucró a más sectores sociales: profesorado, estudiantes, trabajadores del puerto y mujeres de los campamentos.
Las calles de Gaza se convirtieron en escenarios de resistencia y afirmación nacional.
Resultados: el proyecto de reasentamiento queda congelado
La presión popular obligó a congelar el plan angloestadounidense. Esta victoria temprana dejó claro que los refugiados palestinos no eran una masa pasiva, sino un pueblo organizado y consciente, capaz de defender su tierra y sus derechos.
Del 1955 al presente: una continuidad de lucha
La Revuelta de 1955 no es un episodio aislado, sino el primer capítulo de una resistencia prolongada contra todos los intentos de desplazar al pueblo palestino:
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1955: rechazo al plan del Sinaí.
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1967–2025: resistencia política y social frente a la ocupación y la fragmentación.
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Plan Trump (2020-2025): intento de convertir Gaza en una “riviera” despolitizada.
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Última resolución de la ONU: normalización de la separación de Gaza.
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Actual genocidio: escalada para forzar un desplazamiento masivo hacia Egipto.
En todas estas etapas, el objetivo colonial es el mismo: completar la limpieza étnica.
Y en todas ellas, la respuesta palestina también ha sido la misma: resistir y permanecer.
Conclusión
Gaza respondió en 1955 con una claridad histórica que resuena hasta hoy:
No nos desplazarán otra vez.
No nos asentarán fuera de nuestra tierra.
Nuestra única patria… es Palestina del rio al mar.