La Franja de Gaza vive una catástrofe humanitaria de extrema gravedad, agravada en los últimos días por la continuidad del temporal invernal “Biron”, que ha golpeado con especial dureza a una población ya devastada por meses de bombardeos, desplazamiento forzado y asedio. Lejos de tratarse de un fenómeno natural aislado, la tormenta ha puesto al descubierto el colapso total del sistema de protección humanitaria y la inacción de los mediadores y garantes del alto el fuego.
Según la Oficina de Medios del Gobierno en Gaza, al menos 14 personas han perdido la vida, mientras que varias continúan desaparecidas bajo los escombros, tras el derrumbe de 13 viviendas que habían sido previamente dañadas por los bombardeos israelíes. Estas muertes no son un “accidente climático”: son el resultado directo de la destrucción sistemática de la infraestructura civil y de la negación prolongada de los medios básicos para la supervivencia.
Campamentos inundados y desplazamiento permanente
Las lluvias torrenciales han inundado cerca de 27.000 tiendas que servían como refugio a personas desplazadas, convirtiendo los campamentos en auténticas lagunas insalubres e inhabitables. De acuerdo con los datos disponibles, decenas de miles de desplazadas y desplazados, distribuidos en más de 761 emplazamientos, corren un alto riesgo de ahogamiento, ya que sus tiendas están ubicadas en zonas bajas y sin ningún tipo de sistema de drenaje.
Los equipos de defensa civil han recibido miles de llamadas de auxilio, desbordados por la magnitud de la emergencia y por la grave escasez de equipamiento, una carencia agravada por la política sistemática de la ocupación israelí de impedir la entrada de maquinaria, bombas de agua y equipos de emergencia necesarios para responder a este tipo de desastres.
El invierno como arma silenciosa
Las consecuencias humanitarias son devastadoras. Miles de tiendas, campamentos y centros de acogida temporal han sufrido daños severos, demostrando su incapacidad para proteger del frío y la lluvia. Como resultado, dos niñas murieron por hipotermia en Jan Yunis y en la ciudad de Gaza, mientras que miles de familias han quedado completamente desprotegidas tras perder colchones, mantas, ropa y pertenencias básicas.
La precariedad del sistema de alcantarillado y drenaje ha provocado la mezcla de aguas pluviales con aguas residuales, generando un entorno altamente peligroso para la salud pública. Esta situación amenaza con la propagación de enfermedades infecciosas, especialmente entre niñas, niños, personas mayores y personas con enfermedades crónicas, en un contexto donde el sistema sanitario está prácticamente colapsado.
Sin bombas de extracción ni equipos especializados para evacuar el agua, la crisis se ha profundizado hasta provocar pérdidas materiales generalizadas y nuevas muertes evitables. El invierno se ha convertido así en una amenaza directa para la vida, tan letal como los bombardeos y el bloqueo.
Hospitales colapsados y aumento del riesgo sanitario
La situación sanitaria es crítica. Los hospitales de Gaza carecen de equipamiento básico, medicamentos y suministros médicos esenciales, mientras que las condiciones climáticas extremas incrementan de forma alarmante la demanda de atención médica. El frío, la humedad constante y la exposición prolongada aumentan el riesgo de enfermedades respiratorias, cutáneas y gastrointestinales, así como patologías transmitidas por el agua contaminada.
Este escenario evidencia la urgente necesidad de refugios dignos, especialmente viviendas móviles (caravanas) que puedan proteger a las familias de las inclemencias del tiempo. Esta necesidad no es nueva ni desconocida: forma parte de los compromisos humanitarios asumidos por los mediadores y las partes garantes del alto el fuego, incluida la llamada agrupación árabe e islámica de los ocho.
Promesas incumplidas y ayuda bloqueada
A pesar de haber transcurrido más de 60 días desde el anuncio del alto el fuego, el flujo de ayuda humanitaria hacia Gaza sigue siendo claramente insuficiente, tanto en cantidad como en calidad. El temporal ha revelado fallas estructurales graves en el acceso a las necesidades humanitarias básicas.
Informes internacionales confirman que materiales esenciales, como tiendas impermeables, bombas de achique y equipos de emergencia, no han sido autorizados a entrar por los pasos fronterizos, debido a las políticas de restricción y dilación impuestas por la ocupación israelí.
Las estimaciones indican una necesidad urgente de al menos 300.000 viviendas móviles (caravanas) para alojar a miles de familias que han perdido sus hogares. Sin embargo, esta demanda no ha sido cubierta, pese a las garantías ofrecidas por los mediadores y las promesas recogidas en el protocolo humanitario. Esta carencia limita gravemente la capacidad de la población para resistir nuevas crisis y confirma que la destrucción continúa, aunque ahora de forma silenciosa.
Impacto psicológico y responsabilidad internacional
Más allá de las pérdidas materiales, la tormenta ha dejado un profundo impacto psicológico en la población desplazada, ya sometida a años de violencia, asedio y trauma acumulado. Miles de personas han perdido lo poco que tenían y se enfrentan a la intemperie sin los mínimos medios para sobrevivir.
La responsabilidad directa recae sobre los mediadores y las partes garantes del alto el fuego, que deben cumplir de manera efectiva sus compromisos humanitarios. Es imprescindible ejercer una presión real para permitir la entrada inmediata, sin restricciones y en cantidades suficientes, de ayuda vital: caravanas, medicamentos, bombas de agua, materiales de abrigo y suministros básicos.
El compromiso no puede quedarse en el papel ni en declaraciones diplomáticas vacías. Debe traducirse en acciones concretas sobre el terreno que garanticen condiciones de vida dignas para la población de Gaza. Sin ello, la población seguirá expuesta al clima extremo, al colapso sanitario y a un bloqueo criminal que convierte cada invierno en una sentencia de muerte.
Una exigencia urgente
La magnitud de la crisis exige una respuesta integral y sostenida, que incluya una planificación urgente de ayuda humanitaria y reconstrucción, la rehabilitación de infraestructuras destruidas por los bombardeos israelís y la provisión de viviendas seguras. Asimismo, es imprescindible garantizar un apoyo continuado que permita a la población afrontar las próximas estaciones climáticas extremas.
Ignorar estas necesidades supondrá más víctimas, más sufrimiento y una amenaza directa a la vida en Gaza. La inacción ante esta catástrofe no es neutral: es una mancha imborrable en la conciencia de la humanidad y una prueba más del fracaso del sistema internacional para proteger a los pueblos sometidos a la ocupación, el asedio y la violencia colonial.