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Jiu-jitsu diplomático: cómo Hamás reconfigura el plan de Trump en diplomacia estratégica

Por Rima Najjar

La aceptación condicional de Hamás perturba la estrategia de contención de Estados Unidos e Israel

Nota de la autora

Este ensayo argumenta que la aceptación condicional de Hamás de la propuesta de paz de Gaza de la administración Trump representa una reconfiguración estratégica de su identidad política, no un retroceso, sino una recalibración . Al aprovechar el lenguaje del derecho internacional y el consenso regional, Hamás altera la política de contención de Estados Unidos e Israel y expone la asimetría subyacente de un proceso diplomático que exige la capitulación palestina mientras permite la impunidad israelí. El análisis rastrea la evolución de Hamás desde una organización puramente militante a un actor diplomático astuto, demostrando cómo su respuesta explota las contradicciones dentro de la alianza entre Estados Unidos e Israel. Finalmente, el ensayo explora las ramificaciones regionales de este movimiento, particularmente para Hezbolá del Líbano, donde el éxito o el fracaso percibido de la táctica diplomática de Hamás podría determinar el futuro del «eje de la resistencia». Este acto de negativa condicional transforma a Hamás de un sujeto de coerción en un agente de disrupción estratégica, desafiando el espectáculo mismo de la diplomacia liderada por Estados Unidos en la región y reafirmando la resistencia como una fuerza de recalibración regional.

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En una región donde cada gesto está cargado de riesgos existenciales, la aceptación parcial por parte de Hamás de la propuesta de 20 puntos de Trump marca un momento de diplomacia calculada que perturba el espectáculo de la diplomacia estadounidense-israelí : una actuación diseñada para orquestar una rendición controlada en lugar de lograr una paz justa. Lejos de una capitulación, la medida señala un giro estratégico que replantea a Hamás no solo como un actor militante, sino como un negociador capaz de aprovechar el derecho internacional, el consenso regional y la moderación simbólica.

I. De la resistencia armada a la legitimidad política

Fundada en 1987 durante la Primera Intifada, Hamás surgió de la infraestructura social de la Hermandad Musulmana en Gaza, posicionándose como una alternativa islamista a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), una organización secular. Sus primeros estatutos rechazaron cualquier acuerdo con Israel y adoptaron la lucha armada como única vía hacia la liberación. Esta postura inflexible le valió a Hamás tanto el apoyo popular como el aislamiento internacional.

Sin embargo, incluso en sus primeros años, Hamás demostró capacidad de reajuste estratégico . Durante la década de 1990, si bien se oponía a los Acuerdos de Oslo , comenzó a participar en las elecciones municipales y a cultivar una estructura de gobierno paralela mediante redes de beneficencia. Esta dualidad —resistencia y servicio— sentó las bases de su ascenso político.

Esa trayectoria se profundizó en 2017, cuando Hamás emitió un documento político revisado que eliminó el lenguaje previamente considerado antisemita, no en el sentido europeo occidental arraigado en la exclusión racializada y la ideología genocida, sino en un marco cultural-religioso moldeado por siglos de controversia teológica y experiencia colonial. Esta revisión reformuló la oposición de Hamás como dirigida no contra el judaísmo como fe, sino contra el sionismo como un proyecto colonial de asentamiento que instrumentaliza narrativas religiosas para justificar el despojo territorial. Sin embargo, esta recalibración ideológica a menudo se aplana en el discurso occidental, que continúa presentando a Hamás como una entidad militante monolítica, por no mencionar su designación como organización terrorista por un pequeño subconjunto de estados alineados con Occidente, incluidos Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y los 27 estados miembros de la Unión Europea, así como por la Unión Europea, que, si bien no es un estado, ha adoptado clasificaciones similares a través de sanciones a nivel del Consejo.

Esta etiqueta, empleada como herramienta de exclusión diplomática, impide la interacción con la cambiante postura política de Hamás y refuerza una perspectiva securitizada que privilegia las narrativas estratégicas israelíes sobre la soberanía testimonial palestina (el derecho ético a narrar la propia experiencia sin replanteamiento externo). Funciona menos como una clasificación legal que como un arma retórica, que deslegitima cualquier forma de resistencia al tiempo que ensalza la violencia del Estado israelí como autodefensa. En este marco, la revisión de la Carta de Hamás, su compromiso con el derecho internacional y sus intentos de alcanzar un consenso regional se invisibilizan, se descartan como maniobras tácticas en lugar de cambios sustanciales.

Incluso los análisis estratégicos que reconocen la lógica de disuasión de Hamás , como los del académico israelí Daniel Sobelman , operan dentro de marcos que abstraen la resistencia palestina en métricas de influencia militar. El trabajo de Sobelman sobre la disuasión asimétrica ofrece una valiosa perspectiva de la postura en evolución de Hamás, pero su posicionamiento como ex oficial de inteligencia israelí inserto en instituciones sionistas debe contextualizarse críticamente. Su voz se amplifica en los círculos académicos y políticos occidentales, mientras que académicos palestinos como Omar Barghouti , cuyo trabajo sobre BDS prioriza la resistencia no violenta y el derecho internacional, son sistemáticamente vilipendiados y excluidos. Para contrarrestar esta asimetría en las formas de conocimiento, es esencial emparejar lecturas estratégicas con relatos testimoniales de las tradiciones intelectuales palestina y árabe. Académicos como Lama Abu-Odeh y Fawwaz Traboulsi enfatizan las dimensiones éticas e históricas de la resistencia, enmarcando a Hamás no solo como una amenaza a la seguridad, sino como un actor político inserto en una tradición descolonial. La yuxtaposición de estas perspectivas restablece la soberanía narrativa y reafirma la necesidad de interpretar la diplomacia de Hamás desde una perspectiva tanto estratégica como ética.

Con su identidad política en evolución consolidada, la interacción de Hamás con la propuesta de Trump emerge como una continuación estratégica, no como una desviación.

II. El compromiso diplomático de Hamás con la propuesta de Trump

A pesar de su estatus de paria en Occidente, el movimiento ha expandido constantemente su presencia diplomática , interactuando con potencias regionales como Qatar , Turquía e Irán , y más recientemente con Rusia y China . Estas relaciones han tenido múltiples propósitos: asegurar la ayuda humanitaria, legitimar su gobernanza en Gaza y posicionarse como actor clave en la estabilidad regional.

El giro diplomático de Hamás se aceleró tras los atentados del 7 de octubre. Según el Buró Político de Hamás, mantuvo más de 130 reuniones diplomáticas en 2024, casi cinco veces su promedio anual anterior. Estas incluyeron encuentros con 23 países y numerosos actores no estatales, insistiendo en que es tanto un movimiento militante como un negociador.

La retórica del movimiento continúa priorizando las leyes y resoluciones internacionales, no como una nueva concesión, sino como un marco de larga data mediante el cual impugna la ocupación, el asedio y el desplazamiento. Al invocar estas normas en su respuesta a la propuesta de Trump, Hamás reafirma su posición dentro del discurso jurídico internacionalmente reconocido, aun cuando se niega a abandonar sus credenciales de resistencia.

En contraste, el continuo desafío de Israel al derecho internacional, sus reiteradas violaciones de las resoluciones de la ONU , su negativa a acatar los fallos de la CIJ y sus ataques sistemáticos contra infraestructura civil lo sitúan completamente fuera del orden jurídico. ¿Qué acusación más dramática se necesita que su destrucción pública de la Carta de la ONU , transmitida en directo a una audiencia internacional que observa, condena y, en última instancia, facilita la acción?

Esta postura extralegal resuena en las negociaciones actuales, donde Israel no participa como un Estado sujeto a la ley, sino como una excepción soberana a ella; es decir, donde se suspenden las normas legales para consolidar el poder estatal. La premisa misma del diálogo se distorsiona: las demandas de alto el fuego, acceso humanitario o rendición de cuentas se reformulan como concesiones en lugar de obligaciones. Los negociadores palestinos, los actores de la sociedad civil y los defensores legales internacionales se encuentran abogando por la adhesión a normas que Israel ya ha anulado. El resultado no es negociación, sino coerción: un escenario asimétrico en el que se invoca la ley solo para ser suspendida, y donde la arquitectura de la impunidad se confunde con la diplomacia.

Esta postura legal y diplomática de Hamás expone las trampas y contradicciones fundamentales dentro del enfoque estadounidense-israelí, que se basa en la política arriesgada y la mala fe.

III. Las trampas: la política arriesgada de Trump y las contradicciones de Netanyahu

La política arriesgada de Trump

La forma en que el presidente Trump enmarcó la propuesta de Gaza —con la amenaza de que el rechazo de Hamás traería consigo un «INFIERNO como nunca antes»— es emblemática de su enfoque diplomático coercitivo y de suma cero. El tuit no respondió a un rechazo real; más bien, presentó preventivamente el rechazo como ilegítimo, impidiendo la disidencia antes de que pudiera expresarse. Este ultimátum, expresado en un lenguaje apocalíptico, revela una estrategia menos centrada en la negociación que en la dominación. Pero la coerción no puede sustituir al consenso, especialmente cuando la propia propuesta está plagada de ambigüedades y carece de garantías de cumplimiento.

La aceptación parcial de Hamás , articulada en su declaración oficial titulada Declaración Importante sobre la Respuesta de Hamás a la Propuesta del Presidente de EE. UU., Trump , expone la fragilidad del cronograma de Trump. La insistencia del movimiento en una aclaración, su rechazo al marco económico y su llamado al consenso nacional antes de cualquier transición tecnocrática indican una negativa a quedar encasillado en una disyuntiva de cumplimiento o aniquilación. Al invocar el derecho internacional y la consulta regional, Hamás replantea la propuesta no como una oferta de paz, sino como una táctica de presión que exige resistencia mediante el diálogo diplomático en lugar de una escalada militar.

La afirmación de Trump de que «todos los países han firmado» se contradice con la cautela de actores regionales clave. Egipto y Qatar han enfatizado la necesidad de la unidad palestina y un alto el fuego sostenible, mientras que Jordania y Turquía han expresado su preocupación por el unilateralismo del plan. La interacción de Hamás con estos mediadores —en lugar de someterse directamente a las condiciones de Trump— revela la falsedad de la afirmación y la naturaleza performativa del ultimátum.

Engaños en la negociación y disonancia estratégica de Israel

El respaldo de Israel a la propuesta de Trump se ve socavado por sus acciones sobre el terreno. Si bien Netanyahu apoya públicamente el plan, el ejército israelí continúa sus operaciones en Gaza, incluyendo asesinatos selectivos y la destrucción de infraestructura civil. Estas acciones contradicen el espíritu de la propuesta, que aparentemente exige una retirada gradual y la liberación de rehenes.

Además, Israel se ha negado a cumplir todos los términos del plan, en particular los que implican la transferencia de la administración de Gaza a un organismo tecnocrático palestino . El gobierno de Netanyahu ha emitido declaraciones que sugieren que cualquier transición de este tipo debe ser examinada por las agencias de seguridad israelíes, una medida que, en la práctica, anula la soberanía palestina y reafirma el control israelí bajo el pretexto de la coordinación.

Esta disonancia estratégica revela una fisura más profunda entre Estados Unidos e Israel. Mientras Trump busca un acuerdo de paz que defina su legado , Netanyahu parece más interesado en preservar la influencia militar y el capital político interno de Israel. Sus maniobras reflejan un patrón habitual: respaldar marcos de paz para una imagen internacional, mientras sabotea su implementación mediante la escalada sobre el terreno y la obstrucción burocrática.

Hamás, reconociendo esta duplicidad, ha optado por colaborar con mediadores regionales e internacionales en lugar de depender únicamente de los canales estadounidenses e israelíes. Su respuesta a la propuesta de Trump —condicional, consultiva y basada en el derecho internacional— explota las contradicciones dentro de la alianza y reposiciona a Hamás como un actor diplomático que navega en terreno asimétrico con precisión estratégica.

IV. Lo que significa el acuerdo de Hamás para el Líbano

El éxito final de la estrategia diplomática de Hamás se medirá no sólo en Gaza sino en sus efectos dominó en toda la región, siendo el Líbano el barómetro más inmediato y volátil, donde la postura de Hezbolá está ligada a las credenciales de resistencia de Hamás y su posición regional.

Fundamentalmente, Hamás no accedió a desarmarse. En cambio, aplazó la cuestión, insistiendo en que cualquier decisión sobre armas debe surgir de una «postura nacional integral» y alinearse con las «leyes y resoluciones internacionales pertinentes». El alto funcionario Mousa Abu Marzouk aclaró que Hamás solo entregaría sus armas a un futuro Estado palestino, no a Israel, ni a Estados Unidos, ni a ninguna autoridad impuesta externamente.

Esta precisión retórica es estratégica: Hamás es plenamente consciente de que incluso la imagen del desarme, por muy diferida o simbólica que sea, corre el riesgo de socavar la pretensión de Hezbolá de ser el último eje de resistencia inquebrantable de la región. En la política de resistencia, el simbolismo es estrategia. La mera sugerencia de que Hamás podría renunciar a las armas amenaza con aislar a Hezbolá como un caso atípico: ya no forma parte de un frente unificado, sino una reliquia de un paradigma en declive. En este contexto, el Líbano se convierte en un espejo: no de la liberación de Gaza , sino de su contención . La transición en Gaza, enmarcada como paz, puede de hecho señalar la pacificación controlada de la resistencia, un resultado que el Líbano se ve presionado a emular o resistir.

Sin embargo, lo que está en juego no es unilateral. Si el acuerdo se percibe como una rendición —un marco impuesto externamente que disuelve la autoridad de Hamás sin garantizar la soberanía palestina—, podría desencadenar una reacción violenta en todo el espectro político libanés. Hezbolá, que desde hace tiempo se ha posicionado como socio estratégico de Hamás en un frente unido contra el expansionismo israelí, aprovecharía la oportunidad para reafirmar que la negociación es una capitulación y que la resistencia sigue siendo la única vía viable. Esta alianza no es simbólica, sino infraestructural, forjada mediante operaciones conjuntas, inteligencia compartida y la comprensión común de que la doctrina militar de Israel trata a Gaza y al Líbano como escenarios de contención intercambiables. Un debilitamiento percibido de la postura de resistencia de Hamás envalentonaría la postura militar de Hezbolá, justificaría una escalada transfronteriza y silenciaría a las facciones reformistas que piden la desescalada y la reestructuración política. El resultado depende de si Hamás puede mantener sus credenciales de resistencia mientras navega en el terreno diplomático, un ejercicio de equilibrio que el Líbano no solo observa, sino que integra en su propio cálculo estratégico.

V. Conclusión

En conclusión, la negativa condicional de Hamás ha alterado el guion diplomático de una manera que la resistencia armada por sí sola no podría. Al aceptar el marco de la negociación y rechazar su contenido coercitivo —sus términos asimétricos, soberanía diferida y trampas jurídicas—, Hamás ha expuesto la esencia misma de un proceso de paz que nunca estuvo diseñado para garantizar la soberanía. El espectáculo se ha roto. Sin el amparo del teatro diplomático, el mundo debe presenciar ahora no una rendición planificada, sino una lucha política real, desordenada y estratégicamente compleja, cuyo resultado redefinirá el equilibrio de poder y el significado de la resistencia en Oriente Medio en los años venideros.

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Rima Najjar es una palestina cuya familia paterna proviene de Lifta, una aldea despoblada a la fuerza, en las afueras occidentales de Jerusalén, y su familia materna es de Ijzim, al sur de Haifa. Es activista, investigadora y profesora jubilada de literatura inglesa en la Universidad Al-Quds, Cisjordania ocupada.

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