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Las negociaciones para el alto el fuego como práctica de tiro al blanco: el engaño sionista, la colusión imperial y el asesinato del diálogo

Por Rima Najjar.  Publicado originalmente el 11 de septiembre de 2025.

Traducido del inglés: Artículo original en Medium

Un retrato de la diplomacia israelí y estadounidense convertida en arma, donde las negociaciones para el alto el fuego se convirtieron en una tapadera para una eliminación calculada.

El 7 de septiembre de 2025, las fuerzas israelíes intentaron asesinar al negociador principal de Hamás, Khalil al-Hayya, mientras se encontraba en Qatar participando en las conversaciones para el alto el fuego. El ataque mató a su hijo y a sus ayudantes. La acción, el momento y el mensaje de Israel fueron estratégicos y no nuevos. Fueron la cristalización de una doctrina sionista de larga data: la negociación como teatro, la paz como un retraso táctico y el diálogo como objetivo.

El ataque en Doha —en suelo qatarí, durante la mediación activa— expone la maquinaria de engaño que ha animado la política israelí desde la creación del Estado judío sionista. También deja al descubierto la complicidad de Estados Unidos, cuyos miles de millones en ayuda militar y su cobertura retórica permiten estos actos de violencia bajo el pretexto de la «estabilidad». Y revela la impotencia simbólica de Qatar, cuyo papel de mediador ahora se asemeja más al de un simple tramoyista en una representación orquestada por el poder imperial.

I. La negociación como arma sionista

Desde Camp David hasta Oslo, el Estado israelí ha dominado el arte de la negociación como herramienta de dominación. En Camp David II, en el año 2000, la llamada «generosa oferta» de Ehud Barak implicaba un mosaico de enclaves fragmentado y sin soberanía. Cuando Arafat la rechazó, nació la falsa narrativa del rechazo palestino, borrando la asimetría de poder y el sabotaje deliberado de una soberanía significativa.

Los Acuerdos de Oslo no fueron mejores. Presentados como un gran avance, afianzaron la ocupación mediante las divisiones de las zonas A/B/C y la coordinación de la seguridad, que desarmó la resistencia y legitimó el control israelí. Oslo no puso fin a la ocupación, sino que le cambió el nombre. Creó una Autoridad Palestina que vigilaba a su propio pueblo, mientras Israel ampliaba los asentamientos y profundizaba su control.

El ataque de Doha sigue esta lógica. No es una desviación de la paz; es la definición sionista de paz: sumisión palestina, impunidad israelí y silenciamiento de la resistencia.

II. La eliminación como estrategia: Desde los pueblos hasta las voces.

El proyecto sionista siempre ha sido un proyecto de eliminación. En 1948, más de 400 pueblos palestinos fueron destruidos. Al-Tantura, Iqrit y Umm el-Hiran fueron borradas del mapa, reemplazadas por asentamientos judíos e historias lavadas. Las ruinas de Lifta, el pueblo de mi padre, al oeste de Jerusalén, siguen en pie para que todos las vean. Estas atrocidades no fueron daños colaterales, sino fundamentales.

Hoy en día, el borrado continúa, no solo del territorio, sino de las voces. El asesinato de Ghassan Kanafani en 1972 fue un golpe contra la narrativa. El bombardeo de las oficinas de Al Jazeera en Gaza en 2021 fue un golpe contra la documentación. El ataque de Doha es un golpe contra la negociación misma: contra la idea de que los palestinos puedan hablar, elaborar estrategias o sobrevivir.

Esto es silenciamiento retórico mediante la aniquilación física. Es la lógica del colonialismo de asentamiento: borrar la aldea, borrar al testigo, borrar al negociador.

III. Colusión imperial: Estados Unidos y el espectáculo de la paz

Estados Unidos no solo toleró el ataque a Doha, sino que lo facilitó, a pesar de que Qatar es un aliado clave y alberga bases militares estadounidenses. Los informes indican que Israel avisó a Estados Unidos con antelación.

El ataque a Doha es una maniobra que se describe mejor como una coreografía imperial que como diplomacia.

La lógica es conocida. En 1945, Estados Unidos lanzó bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, afirmando que «pondría fin a la guerra» y «salvaría vidas». La muerte masiva se presentó como paz. Hoy, la misma lógica se utiliza para justificar el bombardeo de Gaza, el asesinato de negociadores y la financiación de las operaciones militares israelíes. La paz, en este contexto, no es la ausencia de violencia, sino el triunfo del imperio.

IV. El desempeño de Europa y el espejismo de los dos Estados

La respuesta de la UE al ataque de Doha fue rápida, pero ineficaz. Francia condenó el ataque como una violación de la soberanía de Qatar, y Alemania expresó su preocupación por el fracaso de las negociaciones. Pero no se impusieron sanciones. No hubo ruptura diplomática. No se detuvo el comercio de armas ni el intercambio de información. Solo la coreografía habitual de preocupación.

Mientras tanto, Francia y Arabia Saudí copresiden la Conferencia de Alto Nivel de la ONU sobre la solución de dos Estados. Macron se ha comprometido a reconocer la condición de Estado palestino en septiembre, y Arabia Saudí está impulsando una hoja de ruta que incluye el desarme de Hamás y el gobierno de la Autoridad Palestina en Gaza. Pero esta no es una visión centrada en la justicia. Se trata de un reajuste estratégico diseñado para estabilizar las rutas comerciales, normalizar las relaciones con Israel y excluir a la resistencia del gobierno.

La solución de dos Estados, tal y como se invoca actualmente, es una fantasía estratégica. Ofrece una soberanía fragmentada, sin derecho al retorno y sin responsabilidad por la limpieza étnica o el apartheid. No es un camino hacia la justicia, sino un mecanismo para preservar la superioridad israelí y desviar la indignación mundial. Francia, Estados Unidos y el Reino Unido la apoyan no porque sirva a los palestinos, sino porque sirve al imperio.

V. La respuesta ineficaz de Qatar: la soberanía como espectáculo

Qatar condenó el ataque como una violación del derecho internacional. Pero una condena sin consecuencias es complicidad. Qatar acoge negociaciones, financia la ayuda a Gaza y alberga bases estadounidenses, pero no pudo impedir un ataque en su propio territorio. Esto no es soberanía, es espectáculo.

Hay que plantearse la siguiente pregunta: ¿Qatar es un mediador, un representante o un escenario? Su respuesta revela los límites de la diplomacia del Golfo, donde el poder blando y la ayuda humanitaria enmascaran un enredo más profundo con los intereses imperiales. El ataque de Doha pone de manifiesto la vacuidad de esta postura. Demuestra que incluso la actuación de la paz puede ser bombardeada.

VI. Conclusión: Resistencia más allá del guion

El intento de asesinato en Doha no es una aberración, es una cristalización. Revela la arquitectura del engaño sionista, la complicidad del imperio y la impotencia simbólica de la mediación. Exige un replanteamiento de la resistencia, no como reactiva, sino como narrativamente insurgente.

Los palestinos no solo están sobreviviendo, sino que están narrando, elaborando estrategias y negándose a ser borrados. El ataque en Doha tenía como objetivo silenciarlos. Pero solo ha amplificado la verdad: que la paz, tal y como la define el imperio, es una mentira. Y que la resistencia, incluso bajo fuego, sigue hablando.

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Rima Najjar es una palestina cuya familia paterna proviene de Lifta, una aldea despoblada a la fuerza, en la periferia occidental  de Jerusalén, y su familia materna es de Ijzim, al sur de Haifa. Es activista, investigadora y profesora jubilada de literatura inglesa en la Universidad Al-Quds, Cisjordania ocupada.

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