La resolución 2803 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada el pasado 17 de noviembre, es el fiel reflejo de la resolución 181 del plan de partición de la Palestina histórica: dos intervenciones extranjeras sobre un territorio ocupado, sin consulta previa al pueblo palestino. Todo ello complementado por el fatídico Acuerdo de Oslo, que otorgó más poder a los intervencionistas y ninguno al pueblo originario.
Sin embargo, la resolución 2803 introduce un matiz particular: el sello personal de Donald Trump.
Al leer el Plan integral para acabar con el conflicto en Gaza, acude de inmediato a la mente la historia carnicera de Leopoldo II de Bélgica, quien trató al Congo como su feudo personal, su negocio privado, donde aniquiló brutalmente a diez millones de personas. Gaza, según el “emperador” Trump, quedará aislada del resto de Palestina y será administrada por él como un gran resort tecno-financiero.
¿Para qué consultar al pueblo palestino sobre lo que inversionistas extranjeros desean construir en su territorio, si –según la narrativa colonial– “no saben gobernarse”? Es la misma lógica que ha guiado todas las estrategias destinadas a apropiarse de un territorio estratégicamente codiciado. Eso sí: sin habitantes nativos, o al menos confinados en bantustanes. Así, “cuando los palestinos sepan gobernarse” (resolución 181) y “cuando la Autoridad Palestina se reforme adecuadamente” (resolución 2803), quizá algún día, quién sabe, se contemple la posibilidad de permitirles ejercer su derecho a la autodeterminación.
Con esta resolución, el colonialismo occidental y su fiel ejecutor, el sionismo —encargado de la destrucción y la limpieza étnica del pueblo palestino— buscan aplicar su plan usurpador con la total anuencia, una vez más, de las Naciones Unidas.
En la resolución 2803 no aparecen los términos genocidio, desplazamiento forzoso, aniquilamiento por hambre o negligencia médica; tampoco se menciona a los más de diez mil rehenes palestinos en las prisiones militares israelíes, sometidos sistemáticamente a torturas. No hay rendición de cuentas para Israel, pero sí se establece que el “King” Trump supervisará el desarrollo de su nuevo negocio inmobiliario bajo la mirada del ente sionista genocida y sus cómplices —por el momento, Egipto y Jordania—, tal como en 1948.
Es una vergüenza que la Autoridad Palestina haya aceptado y suscrito esta resolución. Es un nuevo acto de traición al pueblo palestino.
Es una vergüenza que Estados árabes y musulmanes hayan facilitado este plan de limpieza étnica contra un pueblo árabe.
Pero no bajemos la guardia. Es tiempo de actuar. No dejemos de denunciar estos crímenes. La solidaridad con el pueblo palestino es ahora.
¡Palestina libre del río al mar!